El deber como resguardo
Quiero salvar el mundo. Quiero luchar por una causa. Quiero servir en mi comunidad de una forma especial. Todas ideas nobles, pero que pueden ser opuestas al verdadero deber. Depende de cada estado el deber que uno tiene. Por ejemplo, no es lo mismo lo que le toca a un padre o a una madre que lo que le corresponde a un cura. Por eso se los llama “deberes de estado”. De acuerdo a cada estado, los deberes que hay que cumplir.
En mi experiencia varias veces caí en el engaño de querer hacer cosas heroicas descuidando mis deberes de estado, más que nada cuando era soltero. Tal vez debía enfocarme en trabajar o estudiar, pero caía en el engaño de ciertos activismos (en parte por haber sido captado en un grupo sectario, claro). Como resultado perdía la paz enseguida. Me dedicaba a cosas que me llenaban de ira, desconcierto y caía en el desánimo.
Con la ayuda de un director espiritual que me remarcó sofocientas veces “hacé lo que tengas que hacer en cada momento y quedate en paz, mantené la paz en tu familia”, con el tiempo empecé a ubicarme en la palmera, como decía alguien que conozco. Me di cuenta, por circunstancias que literalmente me obligaron a ocuparme de cosas bien específicas, que lo valioso y lo verdadero es hacer lo que se nos encomendó, hacerlo con amor y quedarse en paz. El resto (las ideas activistas que invaden mi mente y me alejan de la realidad o de los deberes de estado) lo rechazo como tentaciones del mal.
¿De qué me podía llegar a servir hacer tal o cual actividad si descuidaba lo que tenía que hacer? ¿Me iba a dar paz y felicidad hacer cosas que parecían buenas pero que me desviaban de los deberes de estado?
En realidad todo lo que es ajeno a nuestra condición, a nuestros deberes, y nos quita la paz o nos aleja del amor al prójimo es falso, engañoso y un peligro para nuestro corazón.
La dificultad radica en que la tentación siempre es hacia algo en apariencia bueno, o que acarrea algún bien. Porque es más fácil tentar con cosas que parecen loables que con salir a matar cachorritos… en lo primero puede caer cualquier persona de buena voluntad, en lo segundo sólo alguien con serios problemas psiquiátricos o un corazón oscurecido por el mal. Entonces, pensando que hay que hacer cosas buenas, muchas veces podemos descuidar las cosas necesarias.
Otra causa del descuido de los deberes de estado es el alejamiento del buen camino. Uno puede creerse o hacerse ver como piadoso, pero tener un corazón lleno de heridas, de rencores, o que no experimentó verdaderamente, fuera de algunas lágrimas sentimentalistas, el amor del Padre. Si no vivimos en el amor, refugiándonos en él, alimentándonos de él, no estamos en el camino. Estamos desviados. Creo que todos lo experimentamos. A mayor lejanía del camino, mayor activismo queremos para nuestras vidas, para intentar llenar, en vano, el vacío de nuestro corazón. Muchas veces que me encontraba mal era cuando más justiciero, apologeta y activista quería ser.
El deber, como puse en el título, es un resguardo. Nos protege de numerosos peligros, de actividades que parecen buenas pero que nos quitarán la paz, el amor al prójimo y la alegría. Pasa que se nos presenta como más pesado lo que debemos hacer que lo que quisiéramos hacer. Me atrae más el ocio o ir juntarme con gente que piensa igual que yo a charlar y quejarme de las cosas malas, que ponerme a cortar el pasto con treinta y pico de grados en verano. Creo, humildemente desde mi propia experiencia y por lo que leí y escuché de gente que es sabia en lo espiritual, que esto es básico de la naturaleza humana. Por eso es tan fácil caer. Y tan difícil a veces darse cuenta.
Ojalá que si estás leyendo esto y perdiste la paz, vuelvas a encontrarla en las simples cosas que te toca hacer; en esas cosas que si hacés con amor te verás libre de engaños y te deleitarás cada día. Recuperarás la felicidad y tu vida estará segura en las manos providentes de nuestro Papá. Que así sea.



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