Humildad y obediencia

 “Satanás puede ponerse el manto de la humildad, pero no es capaz de vestir el manto de la obediencia, y es aquí donde se revela toda su maldad.” (Santa Faustina – Diario 939)

La humildad y la obediencia han de ser nuestro Norte, junto con el amor y la misericordia, para estar en sintonía con Dios y la comunidad. Cuando perdemos la paz por una orden jerárquica y nos ponemos a protestar, a creernos más sabios que los sacerdotes y obispos, no estamos practicando la virtud de la obediencia. De todas las virtudes la obediencia es la más alejada de Satanás, como lo muestra la frase de Santa Faustina y la vida de tantos santos y santas. En mi opinión más que el azufre o las manifestaciones extraordinarias, la desobediencia y las grandes peleas que genera son la muestra más clara de la presencia del Maligno. Por eso nunca está de más predicar esta santa virtud.

Cuando algo que manda la jerarquía nos parece malo, como cristianos no deberíamos hacer lobby y protestar. En todo caso podemos rezar y hacer alguna corrección formal, pero nunca patear el avispero y hacer una especie de protesta pública. En las decisiones de la jerarquía, aunque no nos gusten, debemos ver la voluntad de Dios (siempre y cuando no nos lleven con claridad el pecado). Entonces, nunca hay de qué preocuparse con una decisión de la jerarquía de la Iglesia, así sea que parezca impulsada o influenciada por enemigos de esta o por laicos. 

La verdadera y profunda humildad está íntimamente ligada con la obediencia. Cualquiera puede mostrarse "humilde", "santo" y "bueno" y estar con el corazón endurecido por la desobediencia y todas las discordias que esta causa. Las apariencias pasan...

Tengamos paz, seamos buenas ovejas... ya veremos siempre en cada situación que todas las cosas son para bien de los que aman a Dios (Rom.8,28)


Aprendamos de la naturaleza, que sigue las órdenes en paz y es tan fructífera.


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